La danza y las telas tienen algo en común: transmiten movimiento, emociones, colores, sensualidad, vida, libertad. Una alianza entre dos mundos profundamente complementarios desde lo estético, pero también desde su significado. Es curioso: la danza nos hace vivir, nos hace libres al invitarnos a salir de nuestra inmovilidad. La tapicería dota de vida, dota de libertad a las cosas inertes.